Verónica Cabeza es una de las terapeutas ocupacionales que trabaja en el centro sociosanitario ‘María de la Paz’ de Nerva (Huelva), de Fundación Diagrama, que cuenta con plazas privadas y con plazas públicas concertadas con la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía. A continuación charlamos con ella para conocer en profundidad su profesión, su labor diaria, los motivos que le llevaron a escoger este trabajo y la recompensa vital y humana que obtiene de él. Una oportunidad para descubrir el día a día de una terapeuta ocupacional.
¿Dónde y cómo nace tu vocación para dedicarte a esta profesión?
Supongo que es algo que sentía o que se va notando a medida que creces, tanto la gente de tu alrededor como tú misma. Ven tu curiosidad por los demás, por la vida, y se pueden ir observando cualidades personales, como la capacidad de escucha o la empatía, cuestiones que yo sentía en mí sin ser totalmente consciente de ello ni darles nombre. Todo esto coge forma en mi último año de instituto, donde nos obligan a tomar una decisión tan importante como la de saber, siendo tan jóvenes e ignorantes, a qué nos queremos dedicar el resto de nuestra vida. Una decisión mucho más importante de lo que pensamos, porque el trabajo en la vida adulta lo ocupa todo y lo que decidamos ser nos marca de una manera u otra. Y en este tipo de profesiones, en las que estamos dedicados a los demás, a mejorar su bienestar y calidad de vida, más aún. Es necesario sentirlo y no verlo exclusivamente como un medio para conseguir ingresos económicos.
¿Cómo recuerdas tus comienzos en este sector laboral?
Si os referís al sector de las personas mayores, mi comienzo ha sido con Fundación Diagrama, hace un año y tres meses aproximadamente. Lo recuerdo como una mezcla de sentimientos; me costó, la verdad. No había trabajado con este colectivo y al principio provocó un cambio importante en mí. Al igual que ocurre con todos los trabajos, implica una adaptación, pero la mía en esta ocasión la recuerdo más costosa, porque trabajar en un centro de estas características tiene muchas implicaciones emocionales, te hace plantearte muchas cuestiones existenciales.
¿Qué es lo más reconfortante de tu profesión?
Estar con las personas que atendemos, el vínculo que se crea entre ellos y yo. Soy una de las personas con quien más tiempo pasan, y eso me convierte de manera inevitable en una referencia, un apoyo. Sé que mi trabajo tiene muchas implicaciones en la manera en la que ellos se sienten día a día, puedo asegurarlo. Les aporto sentido a sus vidas.
¿Qué es lo que más te gusta de tu labor?
La forma en la que me sorprenden cada día, de verdad, cuanto más los pongamos a prueba más evolución notaremos. Este año he notado un cambio enorme y positivo, tanto en mí como en ellos. Nunca les pongo límites, ni permito que ellos se los pongan; favorezco su autonomía, su toma de decisión, su seguridad, su autoestima. Al principio solían estar un poco reticentes cuando proponía algo nuevo, y al mismo tiempo a mí me costaba hacerlo, por miedo a sentirme evaluada, a que ellos fracasaran en la tarea y hacerles sentir mal. La actitud de ellos era de pasividad, de inseguridad, una idea errónea que ellos mismos tenían y yo también, por supuesto. Pero poco a poco hemos formado un gran equipo, hemos elaborado miles de cosas preciosas, han ido tomando iniciativa, me han ido demandando más cosas, hemos perdido el miedo juntos y nos hemos desecho de los límites. Ahora siento que solo necesitan un empujón, un pequeño ‘tironcito’ para que expresen todas sus capacidades y sus ganas de vivir salgan, que nos dejemos llevar y nos lo pasemos muy bien juntos.
¿Cómo es un día a día en el centro ‘María de la Paz’?
Nada más llegar, me voy con uno o una de los residentes para realizar las actividades de la vida diaria. Posteriormente organizo la terapia matutina, que consiste en un entrenamiento cognitivo, principalmente a través de fichas, puesto que son muchos los que acuden. Antes nos reunimos todo el equipo técnico para comentar novedades.
Al terminar la terapia, que dura aproximadamente una hora y media, las funciones son muy variadas y dependen de las necesidades. Por ejemplo, dos días a la semana llevo a cabo el taller de animalterapia con uno de los residentes, cuidamos varios pájaros, nos encargamos de su alimentación y limpieza, y con otra residente nos encargamos del cuidado de un conejo. En la época de vendimia cogemos aceitunas de dos olivos que tenemos en el centro. También me responsabilizo de la decoración del centro, de las fiestas, de organizar las salidas, y muchas otras actividades.
Además, organizo la terapia que se realiza por la tarde, basada en talleres de manualidades. Me encargo de comprar el material y, normalmente, de empezar y acabar la tarea. Esta actividad ha adquirido mucha importancia en el centro, y ahora mismo estamos elaborando una cantidad enorme de cosas útiles para ellos, para el uso en las instalaciones, para la decoración, para regalarlo a sus familiares, etc. Los talleres, por tanto, están teniendo una implicación muy fuerte en ellos y en su entorno.
Para todos aquellos que desconozcan la labor que lleva a cabo una terapeuta ocupacional, ¿qué tareas desempeña?
La función de una terapeuta ocupacional consiste fundamentalmente en incrementar la calidad de vida de las personas de la tercera edad mediante herramientas que favorezcan experiencias de aprendizaje, así como estimulando esfuerzos para alcanzar determinados logros. El objetivo es fomentar un mayor grado de independencia e integración social, lo que redunda en una mayor autoestima. Para ello es necesario estimular y mantener las capacidades cognitivas que se ven afectadas por el envejecimiento: memoria, atención, percepción, pensamiento lógico y abstracto, etc. Por eso, nuestra tarea es la de facilitar experiencias positivas y metas que aportan mayor sentido a sus vidas. En la persona mayor, la ocupación es fundamental no solo como entretenimiento y distracción, sino como garantía para conservar el nivel de salud.
Además, una terapeuta ocupacional valorará específicamente la capacidad funcional para la realización de las actividades cotidianas, la función cognitiva y la capacidad actual de adaptación al medio, fomentando también la participación del residente en actividades de ocio y tiempo libre.
¿Hay algún momento que para ti ejemplifique lo mejor de tu profesión?
No puedo elegir un momento concreto, porque a todas horas realizamos tareas y todas igual de importantes, desde salir simplemente a un parque a coger hojas para hacer un mural, a cantar una canción cualquiera que se nos ocurre espontáneamente en un día cualquiera, un lugar cualquiera y un momento cualquiera… Si pudierais mirar por un agujerito nuestra residencia a cualquier hora, suceden grandes cosas cada día.
¿Qué es lo más importante para realizar un buen trabajo como terapeuta ocupacional?
Lo más importante es tener paciencia, empatía, marcarnos unos objetivos claros pero flexibles, tener en cuenta la enorme diversidad de cada residente. Hay que buscar en su historia para saber las razones por las que esa persona tiene un comportamiento u otro antes de juzgarla, porque es algo que nos dará mucha información y nos permitirá entenderla y, especialmente, que se sienta entendida. Por eso hay que escucharlas, conocerlas, saber sus gustos, sus preferencias y, a partir de eso, realizar la tarea que queramos desempeñar adaptándonos a ellas, a su individualidad. Parece imposible, pero no lo es. Para ello solo necesitamos tiempo y actitud y todo irá surgiendo, sin prisas, sin agobios. Es muy importante además estar cargada de muchísima energía positiva, porque los residentes también la necesitan. Si somos capaces de mantenerla día a día, ellos acaban contagiándose y el ambiente mejora para todos.
¿Cómo cree que ha evolucionado profesionalmente durante este tiempo?
En mi humilde opinión, la evolución ha sido positiva; al menos yo siento haber evolucionado, observo que cada día obtengo mejores resultados con menor esfuerzo, y es ahí donde está la clave. El tiempo que llevo trabajando aquí ha servido para que ellos se adapten a mí, a mi manera de trabajar y de tomarme las cosas; y yo a ellos, a entenderlos, a escucharlos, a establecer una unión que nos hace crecer juntos y conseguir todos los logros que estamos obteniendo.
Estoy muy contenta porque lo noto en todo: en ellos, en su estabilidad emocional, en su autoestima y su seguridad. Lo observo en los familiares e incluso en los trabajadores y en el ambiente en general del centro. He intentado que poco a poco la unión entre los residentes y los auxiliares, que son su referente principal, sea positiva, que las personas mayores sean agradecidas y valoren el trabajo de mis compañeros.
¿Consideras que la sociedad actual reconoce y valora el trabajo de la terapia ocupacional?
Cada vez va ganando más fuerza, pero sí es verdad que la gran mayoría de las personas no saben en qué consiste la labor de una terapeuta ocupacional, y al no conocerla no se valora como se debería. Poco a poco los terapeutas nos estamos haciendo un hueco y haciéndonos valorar, algo que a veces es difícil porque es una disciplina, como digo, poco conocida y sus límites están muy difusos con otras profesiones.
¿Cómo valoras la labor que realiza Fundación Diagrama en centros como la residencia ‘María de la Paz’?
Es una labor preciosa y muy importante. Desde el centro damos una cobertura amplia y de calidad. No solo abarcamos la parte emocional de la persona, como antiguamente se hacía en las residencias, que eran las encargadas de esa última etapa de la vida de una persona en la que básicamente la acompañabas, le dabas apoyo emocional y una atención más asistencial. Actualmente, al cambiar los perfiles, las residencias tienen que ir adaptándose de manera acelerada, y la nuestra lo hace de un modo efectivo y rápido, dedicando más medidas y herramientas a la parte cognitiva y conductual de la persona.