Conversamos con Sare Arana y Laura Valencia, coordinadoras respectivamente de las Unidades Residenciales ‘El Roble’ y 'El Haya', ambos centros dependientes del Instituto Cántabro de Servicios Sociales de la Consejería de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno de Cantabria y gestionados por Fundación Diagrama, sobre la labor diaria que realizan con el colectivo de menores extranjeros no acompañados desde un punto de vista tanto profesional como humano.
¿Cómo definiríais el día a día en vuestros respectivos centros?
Sare: Lo primero desde que llegan los chavales es quitar la idea de que esto es un centro rígido lleno de normas. Planteamos que sea su hogar, que se sientan seguros. Empezamos con unas actividades de inicio para conocernos a nosotros y a ellos mismos, porque muchas veces vienen y no son capaces de explicarlo todo. Así que es una manera de que se abran y seamos nosotros sus personas de referencia. También llegan con una cultura y un trasfondo que, cuando llegan aquí, choca. En ese sentido, les ayudamos en los apoyos escolares, el aprendizaje del español, las habilidades sociales que van a necesitar para resolver conflictos fuera, jornadas deportivas… Lo que queremos plantear son todas las actividades que un chaval de su edad haría fuera, pero con la barrera de tener que empezar desde cero, de “tú vienes con un bagaje y nosotros intentamos que te adaptes y lo hagas paso a paso”.
Laura: En ‘El Haya’ comenzamos con las levantadas, los desayunos, lo que suele ser un día normal en cualquier casa. Después de hacer limpiezas, hay chicos que van a recursos educativos y los que no, en casa hacemos el apoyo y las actividades para que les ayuden en esa parte educativa fundamental que necesitan, aprendizaje del idioma, etc.
¿De qué manera específica se trabaja para generar un ambiente familiar con los menores?
Sare: No es fácil conseguirlo y no lo logramos en un mes ni en dos, pero al final es labor de los profesionales, no estar rígidos y buscar ser personas de referencia para ellos. Pasar un rato sentados en el sofá o después de cenar lleva a que el chaval te vaya a buscar al día siguiente para contarte más cosas. Sobre todo, dedicarnos a escuchar, que muchas veces nos falta a los profesionales con los usuarios: que no escuchamos, que queremos intervenir, que queremos dar solución. Y a veces la solución es que el chaval te cuente que su abuela está mal y a él le preocupa, y que tú le escuches. Así se crean vínculos y es como hemos conseguido que el centro sea más hogar.
Laura: Una de las principales funciones de un educador es crear un vínculo con los menores, ya que es la única manera de lograr que quieran conseguir un cambio. Con ese vínculo inevitablemente se generan relaciones de familia, porque pasas mucho tiempo con ellos, les acompañas en su día a día. Ellos carecen de su familia y al final las personas con las que para bien o para mal pasan su día, con las que se pelean, se divierten y generan recuerdos, es con los trabajadores del centro. Por ejemplo, cada vez que entramos a casa nos saludamos con un beso o un abrazo, y creo que eso es algo que ellos poco a poco van normalizando y al final crea esa conexión que es el motor del cambio para ellos.
¿Qué es lo más especial que os aporta la labor diaria que realizáis en los centros?
Sare: El cariño inesperado de los chavales que están aquí. Porque tú vienes con unas expectativas que normalmente acaban siendo erróneas, en el sentido de que piensas que va a ser una labor muy rutinaria y finalmente te encuentras con que, cuando llega la hora en la que acaba el turno, tu cabeza sigue conectada al trabajo. Además, me llevo un afecto y un aprendizaje constante. Al final, en Fundación Diagrama te llevas unas relaciones humanas que te acaban llegando y marcando. Porque no trabajamos delante de un ordenador ni en un despacho, trabajamos por y para las personas. Es algo que valoro y por lo que quiero seguir trabajando. Es maravilloso.
Laura: Si tuviera que decir todo lo que me aporta sería muy largo (risas). Es un trabajo muy complicado, es muy intenso, al final estás acompañando a una persona en su día a día en todos los ámbitos de su vida. Te llevas lo bueno, pero también te llevas lo malo. Lo malo es muy complicado porque estás trabajando con personas y te llega de una forma especial. Cuando están contentos compartes su alegría y cuando están mal también sufres con ellos y por ellos. Es complicado, pero todo lo que tiene de complicado lo tiene de satisfactorio. Cuando ves que un chico consigue el objetivo que te habías planteado, es súper gratificante.
¿Tenéis algún recuerdo o momento especialmente significativo desde que trabajáis en Fundación Diagrama?
Sare: El primer cumpleaños de uno de los chavales. Compramos la tarta, le pusimos las velas, le cantamos el cumpleaños en árabe, francés e inglés, empezamos a bailar… Fue un momento realmente especial. Hemos conseguido crear una unión muy importante con ellos.
Laura: Los momentos más bonitos es cuando estamos todos juntos en el centro y se genera esa sensación de familia de la que hemos hablado. También tengo muchos recuerdos relacionados con el momento en el que ves que el trabajo tiene sus frutos y los jóvenes te lo demuestran. Momentos complicados en los que son ellos mismos los que te ayudan.
¿Creéis que cambiaría mucho la visión de estos menores que tiene parte de la sociedad si vieran el día a día de los centros?
Sare: Yo creo que sí. Al menos en gran medida, porque hay personas que no quieren ver, que tienen una venda y están más seguros detrás de ella. Por ejemplo, cuando hablo con amigos, familia y demás, si recuerdo algo que me hace reír en relación a mi trabajo, lo comento y muchos se sorprenden de que hagamos cosas tan normales como una excursión a la playa o algún tipo de actividad más cotidiana. Al final, hace falta ver las cosas para tener un poco de conocimiento y tener una mirada más abierta.
Laura: En cualquier ámbito, efectivamente hay muchos prejuicios con este colectivo. Si alguien pasara un día en el centro cambiaría mucho su forma de pensar. Además, creo que es otra parte de nuestro trabajo, el intentar trabajar sobre esos prejuicios que existen en la sociedad y facilitar la integración de los menores en ella.
¿Qué es lo mejor que os lleváis a casa después de cada día de trabajar en el centro?
Sare: A nivel profesional es un aprendizaje continuo y a nivel emocional es lo mucho que me importan los chavales con los que trabajo. Me voy a casa y pienso en qué puedo hacer para mejorar en mi labor con ellos, en lo a gusto que estoy y en lo gratificante que es mi día a día. Y también me llevo a los compañeros. Tal y como desarrollamos la actividades en los centros, todo depende de que exista una conexión muy importante entre los miembros del equipo. En ese sentido, me he llevado grandes amigos, he aprendido y aprendo mucho también de ellos.
Laura: Lo que me llevo es mucha satisfacción, felicidad y mucho afecto.